UNA
VIDA EN UN CUENTO
Por una calle cualquiera, a una hora
indefinida, sus pasos se escuchan con monótono ritmo; siempre igual, la misma
hora y el mismo camino. Pasos que la llevan a ese rincón donde siempre le
espera una fría taza de café, un pedazo de papel y unos cuantos libros.
Ahora es distinto, en sus ojos vacios
una pequeña luz brilla; un pequeño reflejo de vida puede salir de su rígida expresión.
Por primera vez desvía su camino, por primera vez no quiere sentir ese frío que
le espera en la taza de café.
En el eco de sus pasos se siente el
torbellino de emociones que quieren salir, gritar y rebelarse contra la mano
invisible que guió su destino. Miles de recuerdos llegan a su mente, recuerdos
olvidados en compasiva amnesia que día a día, disfrazó de dureza y crueldad.
Está latente el dolor que lacera el alma, que destroza toda bondad que pueda
tener, y como marco final de su estigma en la oscuridad de sus noches, en
imparable estampida llegan esas imágenes y esas voces que cada vez son más
fuertes. Y en alucinante descripción casi vuelven a ser realidad.
Ahora está frente a esa puerta que abre
con movimientos lentos, como si quisiera que nadie se diera cuenta de su
presencia. Sentada en ese lugar, con voces lejanas de quienes disfrutando están
y sin percatarse de su acción, sólo pide tomar una taza de café.
Pasan los minutos y en su espera, fija su
mente en un grupo de jóvenes alegres y entusiastas que planean un divertido
momento. Escuchando sus voces se transporta al pasado oculto que poco a poco
surge; imágenes borrosas que cobran vida. Escucha cuando ella también llegó a
planear divertidos momentos; solía disfrutar de reuniones, pero inesperadamente
esa sonrisa que esbozaba en su rostro se transformó en un rictus de dolor.
Con cruel lentitud, sus mandíbulas
marcaron la transformación que los recuerdos le provocan. Las manos se le cierran
en un movimiento brusco; siente el dolor de esas voces, conocidas ya en sus
eternas noches, que retumban en su cerebro: “¡Tú no vas, a las feas no las dejan
entrar!”. Su mirada se pierde en el vacío mientras los ojos se llenan de
lágrimas al ritmo del eco de sonoras carcajadas: “¡Qué hace una fea entre las
bellas... jajaja!”. Se cubre el rostro con las manos y lentamente sale de su
boca la respuesta: “¡Ya no, por favor, ya no!”.
El silencio es absoluto, no comprenden
el motivo de ese grito que rompe la “armonía” del lugar.
Con movimientos rápidos y torpes sale
corriendo de ahí, no lleva un destino sólo corre sin importar hacia dónde va. Su
figura se pierde en el camino, sus sollozos se los lleva el viento y en el eco
de la noche nunca más se vuelven escuchar los monótonos pasos de su caminar.
FIN
AUTOR: Jaruco
EDICIÓN: Jorge López García "El Malevolico"